En el complejo ecosistema del fútbol chileno, los jugadores de la Tercera División B —la quinta categoría del deporte nacional— enfrentan duras condiciones económicas y laborales. A diferencia de las divisiones superiores, donde los sueldos pueden superar los $2.000.000 CLP mensuales, en esta categoría los ingresos son considerablemente más bajos o incluso inexistentes.
De acuerdo con información recopilada, los futbolistas que sí reciben una remuneración en la Tercera B perciben entre $600.000 y $700.000 CLP mensuales. Esta cifra contrasta fuertemente con la realidad de la Primera B, donde los defensas ganan en promedio $1.800.000 CLP y los mediocampistas alcanzan los $2.000.000 CLP mensuales.
La precariedad salarial se agrava por la limitada profesionalización del campeonato. Muchos jugadores deben compaginar su pasión por el fútbol con otros trabajos para poder solventar sus gastos personales y familiares. Esta situación resalta las diferencias estructurales dentro del sistema futbolístico nacional y pone en evidencia la necesidad de una revisión en las políticas de apoyo y desarrollo para las categorías más bajas.
Además de los desafíos económicos, el escaso reconocimiento institucional y mediático de la Tercera División B limita las oportunidades de crecimiento profesional para sus jugadores, que muchas veces deben abrirse camino sin la visibilidad que disfrutan sus pares en ligas superiores.