En medio de un debate cada vez más urgente sobre el cambio climático y la crisis hídrica, estudios publicados este año refuerzan la idea de que Chile no solo es un país seco por regiones, sino que enfrenta una sequía profunda y persistente.
De acuerdo con un trabajo reciente liderado por Boisier, Álvarez-Garreton, Marinao y Galleguillos, Chile ha experimentado un aumento del estrés hídrico en varias cuencas, especialmente en la zona central y del norte, debido a la combinación de menor disponibilidad de agua y un uso cada vez más intensivo de este recurso. Este estudio calcula el Índice de Estrés Hídrico (WSI, por sus siglas en inglés), que durante la llamada "megasequía" (desde 2010 hasta 2022) alcanzó niveles altos a extremos en muchas cuencas, no solo por la falta de precipitaciones, sino también por la fuerte demanda hídrica.
Por su parte, otra investigación publicada en 2025 por Garreaud, Boisier y colaboradores advierte sobre la presencia de “hipersequías” en el centro de Chile. En estos períodos extremos, los déficits de precipitación superan el 75 %, un escenario muy por encima de las sequías moderadas más comunes.
Los autores también proyectan que, bajo escenarios climáticos adversos, estas condiciones podrían volverse más frecuentes o incluso persistentes hacia fines de este siglo.
Además, un boletín reciente de la Dirección Meteorológica de Chile (mayo de 2025) reporta sequía meteorológica generalizada: en abril de este año, entre el 6 % y el 100 % del déficit de precipitación se registró en buena parte del país.
En los últimos tres meses, varias zonas desde la región de Antofagasta hasta Maule reportaron sequía moderada, y en todo el territorio, cerca del 9 % estaba bajo condiciones de sequía moderada.
A estas señales se suma un estudio de la Universidad de Chile que analiza 40 años de sequías, destacando el impacto en la población, la agricultura y los ecosistemas.
Este trabajo también subraya cómo industrias intensivas en agua —como la minería del litio y del cobre— presionan aún más los recursos hídricos en un contexto de cambio climático.
El Ministerio del Medio Ambiente también ha alertado sobre una caída de las precipitaciones: en algunas zonas del sur, la disminución promedio es de hasta 300 mm por década, lo que profundiza la vulnerabilidad hídrica del país.
En resumen, los datos más recientes de 2025 refuerzan que Chile no es solamente un país con zonas áridas, sino que enfrenta una crisis hídrica estructural. No se trata solo de años secos ocasionales, sino de un patrón persistente que combina menor lluvia, mayor consumo y efectos del cambio climático.






