El pasado domingo 19 de octubre, cuando Chile celebró por primera vez el Día Nacional de la Danza en homenaje a Patricio Bunster, cobró especial sentido la experiencia vivida en la Escuela Rural El Llolly de Paillaco. Ahí, bajo el alero del programa Acciona, la artista educadora Alejandra Caro lidera un proyecto que demuestra cómo la danza puede transformar no solo el espacio artístico, sino la convivencia, el aprendizaje y la identidad en comunidades escolares rurales.
En contextos rurales, donde los recursos suelen ser limitados, moverse, improvisar y crear colectivamente se vuelve una forma de aprendizaje viva. Cada gesto es también una idea, cada movimiento una oportunidad de diálogo. Desde ahí, la danza se transforma en un puente entre lo sensible y lo cognitivo, en una herramienta para que niñas y niños aprendan a reconocerse como parte activa de su entorno.
“Jugando nuestro propio juego”: danzar para vincular, para incluir
En la Escuela Rural El Llolly, Alejandra Caro (intérprete, coréografa y profesora de danza) está desarrollando un proyecto que ha llamado “Jugando nuestro propio juego”. La idea nació al observar que en los recreos los estudiantes no jugaban todos juntos: niñas y niños se agrupaban por separado, y quienes eran muy pocos, quedaban al margen. La propuesta es usar la danza como promotor del encuentro, la solución creativa de desafíos, trabajando en equipo, usando el cuerpo, el movimiento, la música, lo visual, lo lúdico.
Alejandra explica que crear un juego colectivo donde se plantean problemas que deben resolverse en conjunto es también construir un mundo inventado por los estudiantes, un espacio de expresión, de confianza, donde todos tienen un lugar. En ese sentido, la danza no es solo movimiento, sino diálogo corporal, participación, reconocimiento mutuo.
“La danza es sin duda un aporte al desarrollo integral de las personas, niños, niñas, jóvenes y adultos mayores. Cubre todas las necesidades corporales, porque trabajamos nuestro mundo interno, las emociones, las sensaciones, la creatividad y también trabajamos nuestra parte intelectual. Ellos conocían algo muy limitado de la danza: el baile entretenido y desde lo que les llega de las redes sociales o de la televisión, entonces estar con un proyecto artístico en que el lenguaje es la danza en este contexto aporta a que ellos amplíen su visión sobre la danza y puedan conocer otros lenguajes dentro de la danza, la danza contemporánea, como el ballet el moderno, el flamenco, ese mundo tan lleno de distintos lenguajes que tiene la danza”, detalla Caro.
Para Giovanna Martínez, directora y docente de la escuela, la danza complementa otras expresiones artísticas (como lo visual y lo rítmico), ya que trabajar con corporalidad, movimiento, permite que los aprendizajes sean más significativos, más arraigados. Para ella, integrar lo académico con lo artístico ayuda a que lo que se vive en el aula permanezca en el tiempo. Desde parvularia hasta básica, todos participan, y esa amplitud favorece que las habilidades socioemocionales, el trabajo en equipo, la empatía, la creatividad, crezcan.
“A través del trabajo que se está haciendo con Acciona y con Alejandra, especialmente, hemos visto un avance en el ámbito académico y lo que ha significado para cada uno de ellos desde las emociones. Hemos visto que son capaces de desenvolverse de una manera más autónoma, desde el trabajo de las emociones y cómo ellos las sienten en su cuerpo. Qué pasa en este momento cuando estoy sintiendo algo, cómo lo expreso. Muchas veces no lo podemos expresar desde la comunicación oral, sino que más bien desde esta comunicación no verbal, lo que implica también que al momento de llegar al ámbito académico ellos pueden desarrollar estas habilidades porque no solo es contenido lo que nosotros trabajamos, sino también estas habilidades”, señala Martínez.
“Este es el segundo año que llevamos con Alejandra y hemos visto bastante cambio también en el orden, porque el arte desde la danza implica un trabajo muy sistemático”, concluye.
El Día Nacional de la Danza servirá para visibilizar lo que ya se está haciendo: que la danza no sea algo remoto o reservado solo a escenarios formales, sino que esté presente en las escuelas rurales como una herramienta de pedagogía y de comunidad. En El Llolly, el proyecto “Jugando nuestro propio juego” es un ejemplo de cómo lo corporal y lo artístico suman al aprendizaje, la convivencia, la autoestima y al sentido de pertenencia.
La ejecución del Programa Acciona en la Región de Los Ríos se realiza gracias a un proyecto colaborativo entre el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y la Universidad de Los Lagos.






